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martes, 17 de julio de 2012

Llegar A Tiempo

El desdichado John nunca llegaba a tiempo. No hablo de impuntualidades para abrir su ferretería “Un clavo, no saca otro clavo”, sino del desencuentro.

Era un hombre que se creía hijo de la desgracia y que el destino, o vaya a saber qué entidad, estaba encaprichado con él de la forma más vil. Nunca en la vida, su amor fue correspondido por una dama. Esta realidad no era culpa de John, si no del contexto en el cual conocía a sus posibles romances y futuros amores que siempre quedaban truncos. De cualquier manera, siempre pensaba que la responsabilidad de sucesivos fracasos, era pura y exclusivamente suya.

-¿Qué hice mal?- Se preguntaba a menudo, mientras veía alejarse una nueva oportunidad y lo abrazaba la soledad.

Muchos pensamientos invadían su cabeza. Por momentos se lo veía optimista, saludando con alegría a sus clientes y sonriendo de forma natural y despreocupada. En otras ocasiones el aspecto desprolijo y descuidado decían mucho más que sus palabras “buen día” y “hasta luego”. Si hay algo para destacar es que era muy obstinado, después de pasar por la etapa de ermitaño, en la cual verse al espejo le generaba rechazo, volvía con espíritu renovado y dispuesto a revertir ese supuesto maleficio que recaía sobre sus hombros.

Un día conoció una mujer, que no era la más hermosa del mundo, ni su atributo principal era la belleza. El encanto de esta señorita estaba en sus palabras y en su mente. Como no podía ser de otra manera, John se enamoró perdidamente de ella. Una vez más, había llegado tarde a la entrega de amores correspondidos, el corazón de su amada estaba ocupado por otra persona.

Insistió de manera perseverante ganar el cariño de la mujer, pero solo logro resultados con corto plazo. Con aires pesimistas pero sin perder la fe, consultó a una bruja especializada en pociones de amor y elixires para los desafortunados. La vieja tenía más años que la injusticia pero su piel era suave y tersa por unos ungüentos de color verdusco –que según decía, ella misma fabricaba-. Vivía en una casa, que parecía abandonada, sin el mínimo cuidado y los yuyos tapaban el sendero para llegar hasta la puerta. Sus únicos compañeros eran dos perros manto negro, Belcebú y Satanás, que custodiaban el hogar ante las picardías de los niños, jugando de expedicionarios en lo que para ellos eran unas ruinas abandonadas y la vieja un monstruo mitológico en su interior.

John golpeó las manos desde la vereda y chifló, mientras los canes del mismo infierno ladraban y mostraban los dientes desde un alambrado al costado de la residencia. La puerta de entrada se abrió sola y un olor concentrado de sahumerios de lavanda salieron como buscando respiro.

El hombre caminó por un empedrado que cubría la maleza e ingresó. La puerta se cerró bruscamente atrás de él y unas velas en candelabros viejos se encendieron. La decoración de la vivienda era de muy mal gusto. Animales embalsamados, muñecos sin extremidades, libros de autoayuda, recubiertos de una gran capa de polvo. De golpe una voz se escuchó:

-Tu nombre es John y vienes a mí por un mal de amores- Dijo la vieja haciendo alardes de su condición oracular.

Se encontraba sentada, apoyada con los codos en una mesa redonda, cubierta por un mantel rojo con visibles quemaduras de cigarrillos y manchas de diversos líquidos.

Todo el barrio sabía que se llamaba John, de hecho la mujer era un cliente habitual de su negocio y lo conocía a la perfección. De la misma manera en que todos los que acudían a ella era por problemas amorosos.

-Claro que si doña. ¿Le sirvieron las bajo consumo para el velador?- Pregunto, como tratando de sobrar la situación, en la cual ya no estaba tan seguro de querer estar.

La mujer lo invitó a sentarse con un gesto de su cabeza, mientras ella se incorporaba y se dirigía a una alacena, que contenía infinidad de botellas de todos los colores y tamaños.

-Dime joven, a la muchacha ¿la vamos atrapar para siempre enamorándola? o ¿la vamos hacer sufrir por no corresponderte?- Dijo sin mirarlo, mientras buscaba entre un montón de frascos.

Pensó por un momento e incluso, se imaginó caminando con su amada de la mano sobre la arena a orillas del mar y tal vez amarla en ese mismo momento mientras caía el sol. Pero desertó de esos pensamientos egoístas y contestó:

-Yo la amo. Ni ataduras, ni sufrimientos. Yo quiero que sea feliz. Pero no lo es.

La mujer lo miró, como quien mira un bicho raro.

-Del sufrimiento y del dolor nadie es esquivo- Dijo, mirándolo a los ojos hirientemente.

-Nadie más que yo sabe esa máxima señora.- (mientras agachaba la cabeza y se frotaba el pecho.)

-¿Vos querés o no estar con ella? (replicó con mirada desafiante).

-Es lo que más deseo en el mundo, pero no con pócimas o gualichos quebrantando la voluntad de ella. Quiero que ella realmente me ame porque así lo desea y lo siente. Quiero que de lo más profundo de su ser me corresponda el amor que yo le brindo. Preferiría ser castrado sin anestesia si llegara a obligar una cosa así.- Dijo poniéndose de pie y a los gritos como si esas palabras pudieran llegar a oídos de la mujer que amaba.

-Entonces ¿Qué viniste a buscar de mí? Si no es posesión o escarmiento.

-Creo que tengo un maleficio, siempre conozco a las personas en el momento menos indicado, siempre llego tarde.

-Las voces del más allá no opinan lo mismo- Dijo con un aire misterioso.

La bruja cerró los ojos, las velas se apagaron, la mesa tembló, los perros afuera aullaron, unas manos frías como el hielo sujetaron el rostro del muchacho manteniéndole los ojos abiertos y los oídos despiertos para escuchar. Como en un estado de posesión la anciana dijo:

-Nadie en nuestras vidas llega tarde. Todos lo hacen en el momento justo y apropiado. Que nuestras voluntades no sean las mismas que las del destino, eso es otra cosa.

John sintió el pecho llenándose de angustia, mientras comprendía una de las verdades de la vida. Tal vez sus deseos no tenían nada que ver, con los caminos ya escritos por divinidades ajenas a él.

-El amor genuino busca la felicidad del otro, para hacerla la de uno.- Dijo la anciana mientras salía del trance.

Las ventanas se abrieron y la luz ingreso en la casa inundándola, el aire fresco y renovado recorrió los pasillos tumbando adornos viejos.

John dejó dinero sobre la mesa y se fue. Caminó a paso lento de vuelta a su casa, con las palabras aún girando por su cabeza. En el camino se cruzó con una pareja, que se besaba desenfrenadamente en la parada del colectivo. Entró a su hogar, prendió la radio, se sentó en un escritorio, tomó lapicera, papel y escribió: amar, sin esperar nada a cambio.

El día siguiente, el joven abrió su ferretería una hora tarde.

jueves, 12 de julio de 2012

Ya Es Hora

-Ya es hora.

-No, todavía no, solo un momento más.

-¿Un momento más, para qué?

-No me quiero ir de aquí. Estoy bien donde estoy. Además nunca termine las cosas que comencé.

-Es el ciclo, bien sabias que este momento iba a llegar.

-Lo sé, pero ¿Como abandonar todo lo que tengo? ¿Por qué irme cuando soy feliz?

-¿Por qué le tenes tanto miedo al cambio?

-No es miedo. Es terror y no a lo que vendrá, sino a lo que dejaré.

-De todas formas, ya es hora.

Médicos y enfermeros corrían de lado a lado. De pronto todo fue silencio.

Solo se escucho el llanto de un niño y una nueva vida llegar.

jueves, 5 de julio de 2012

Encuentro Con El Fiel

Una noche fría que congelaba los huesos hasta la médula de todo el que no tuviera un techo, yo escribía en mi computadora un poema triste, con algo de optimismo pero sin mucha convicción. Busqué un pucho, pero la etiqueta estaba vacía, casi tanto como las ideas en mi cabeza. Exploré por toda la casa para ver si encontraba un cigarrillo, como si aquel fuese mi musa inspiradora en el momento. Sin más remedio, me vestí cual esquimal que sale de un iglú y enfilé para el kiosco.

El frío era insoportable, tanto que dudé si dejar por tercera vez de fumar; pero el vicio me ganó y seguí caminando. No miraba hacia adelante, solo veía mis pasos, por temor que al erguir el cuerpo me entrara el aire helado por el cuello. Solo pensaba en volver a mi casa caliente, cómoda y jugar con el humo en mi boca de ese cigarro que me daría todas las respuestas que creía haber olvidado. De pronto todo eso se interrumpió. Alguien se interpuso en mi camino…

-¿No tiene una moneda?- preguntó tímidamente.

Me asusté, porque no lo había visto, ni siquiera notado su presencia antes en toda la cuadra y era extraño que alguien estuviese en la calle, salvo que fuese una urgencia o saciar las ganas de fumar. Era un joven de mi edad, quizá unos años más grande, de aspecto cansado, como si viniera desde lejos y no hubiese descansado en años.

-No, no tengo nada- contesté y continué mi camino.

-La bondad no es lo mismo que la caridad- dijo a mi espalda mientras yo me alejaba.

-NO TE ENAMORES DE NUEVO- gritó, para estar seguro que yo lo escuchara a la distancia.

Como una parálisis repentina, no pude dar un paso más adelante, quedé inmóvil como si formara parte de una escenografía de una obra ajena. Giré a mirarlo buscando una explicación a aquel pedido. Pero para mi sorpresa ya no estaba ahí. Era imposible, estábamos a mitad de cuadra y no era ningún vecino que yo conociera; no escuché ninguna puerta cerrarse o algún vehículo desplazarse, simplemente no estaba.

Apresuré mi tranco para llegar lo antes posible al negocio. Las palabras las había escuchado, no podía estar loco, también pude verlo ¿mis sentidos me estaban fallando? Compre rápido y volví lo antes posible. No me entusiasmaba mucho la idea de volver a transitar el mismo lugar por el cual había tenido mi encuentro.

-No seas puto, fue solo la imaginación- Me dije, mientras tomaba coraje y volvía por el camino de ida.

Desde la esquina miré que no hubiese nadie en ninguna de las dos veredas, como tampoco en las entradas de las casas. Me sentí nuevamente tranquilo, pero de todas formas una frase resonaba en mi cabeza, de aquel sujeto misterioso. Cuando ya casi llegaba a mi casa a escasos metros sentí un escalofrío por mi espalda.

-Ahora que ya tenés cambio ¿me das una moneda?

Nunca sentí tanto miedo en mi vida como en ese instante. La voz era cálida y hasta me parecía conocida, pero no podía dejar de temblar por el frío y por este extraño individuo que nuevamente se me hacía presente. Giré con todo el cagaso del mundo y sin mirar pregunte:

-¿Quién sos?- (con una voz más temblorosa que mis piernas).

-Vos sabes quién soy.

-¿Cómo voy a saber quien sos? No te vi en mi vida, no te conozco.

-¿No me reconocés José?

Dijo mi nombre y me sentí todavía más inquieto, él sabía cómo me llamaba, conocía quien era yo.

-No tengo idea de quien sos. Terminemos con este juego y decime- con más intriga que temor ya.

-¿No te acordas de las veces que me entregaste a otras? ¿De cuando alguien se fue, como me desgarré? ¿De lo fuerte que me moví en cada uno de tus triunfos? ¿Estás seguro que no reconoces estas cicatrices en mi cuerpo?- Dijo, mientras se desprendía la ropa y mostraba el pecho.

El aliento se me cortó, me quedé sin palabras, en realidad no podía emitir sonido alguno. El tiempo parecía haberse detenido y el frío ya no era tal.

-Pero, no…-

-Ahora ya sabés quién soy- (sonriendo como aliviado).

Era irreal, ¿Por qué estaba hablando conmigo? ¿Qué hacía ahí? Y lo que más me intrigaba ¿Por qué no me tenía que volver a enamorar? Lo miré firmemente a los ojos y le pregunté:

-¿Por qué me hiciste este pedido? Si bien sabés que no puedo cumplirlo.

Me miró con una sonrisa de oreja a oreja, casi riendo.

-Nunca vas a cambiar, ahora yo también se quien sos. Hasta el último día José, nos volveremos a ver.

El tiempo volvió a transcurrir, el frío se comenzó a sentir y nuevamente desapareció ante mis ojos.

Entré en mi casa, prendí un pucho, jugué con el humo, continué escribiendo Un Libro Sin Final y acaricié la parte izquierda de mi pecho.

miércoles, 4 de julio de 2012

Recuerdo del Olvidado

Gilardo Contursi más bien conocido como el Polaco, no se si por broma de los amigos o por que era un gran amante de Goyeneche; tenía un don especial, él podía olvidar nombres, personas, fechas, lugares, todo lo que estuviese en su mente y que no le interesara más, él lo borraba de sus recuerdos para siempre.

Los jóvenes sin amor correspondido, infieles arrepentidos, jugadores de fútbol frustrados y viejas con dolores recurrían a él para pedir consejos y métodos para olvidar heridas pasadas y penas latentes las cuales es bien sabido no se ahogan en un vaso por que saben nadar.

Don Contursi daba largas charlas en su casa ayudando a los más necesitados incluso con ejemplos, en cada tertulia olvidaba algo para demostrarle al resto como se hacía, olvidó la formación de Argentina en el 78, su primer beso, la comida que más le gustaba y hasta olvido como atarse los zapatos, para suerte del viejo él siempre usaba mocasines.
Una tarde lluviosa con sol de marzo, Contursi estaba dando una de sus más extensas demostraciones de olvido, los presentes vitoreaban y aplaudían rechazando todo recuerdo en ellos mismos. Gilardo golpeo una copa con una cuchara para pedir atención y cordura en esa fiesta salvaje anti-recuerdo.

-En este momento y rodeado de toda esta gente que me aprecia voy a dar el ejemplo más significativo e importante de mi vida- dijo con voz firme y cerro los ojos con fuerza.



-Eh olvidado como olvidar- (Gritó, con lágrimas en sus ojos, pero con un aire de liberación.)



La multitud se quedó en silencio, uno quiso aplaudir pero desertó ante la mirada de los demás. Poco a poco todos se fueron retirando sin decir una palabra ni mirar a los ojos al viejo que aun se encontraba parado en medio de la sala inmóvil.

Gilardo Contursi a sus 79 años se perdió en el olvido y nunca más nadie lo recordó.

martes, 3 de julio de 2012

Carta al que se Fue

Hoy les traigo algo que escribí hace varios años ya, con un dolor latente en su momento, por eso lo voy a transcribir tal cual está con errores de todo tipo pero para no perder el contexto en el que fue escrito.

            Miro para arriba y no te veo, busco alrededor y no te encuentro. Me pregunto: ¿por qué? ¿Que paso? ¿Que cosas? y no encuentro respuesta, espero que nuestro querido tirano tenga la respuesta...
            Abro cajones y tú me miras, puedo ver
 atreves de tus ojos grandes ilusiones que no llegaron a su fin, un gran armazón indestructible que nada lo puede romper, ni mil peleas, ni mil razones, solo la palabra de un niño que lo llame TE AMO PAPA, destruyendo su fortaleza y dejando al descubierto su mayor virtud, su corazón, el cual es enorme, sensible, que en cada latir emana seguridad y amor.
            Ya toco la campana para regresar, pero tú no lo hiciste, ahora
 debo transitar el camino solo, joven, inmaduro, por momentos boludo. Me arrodillo ante ti y te pido perdón por las cosas que hice, hago y voy hacer, lo único que quiero es que en el lugar donde estés te sientas orgulloso de mí.
            Pero a pesar de todo esto miro para arriba y no te veo, busco al rededor y no te encuentro, pero eso ya no interesa porque te tengo guardado en mi
 corazón, al único al que le doy la razón y me vuelvo ciego al no tener ojos, pero aprendo que la vista más potente la tiene mi corazón.
            Tu amigo, tu socio, tu hijo, tu pequeño, como quieras llamarme se despide
 dándote el mensaje de que soy feliz, que amo y que soy amado y te digo hasta que nuestras almas se crucen.

lunes, 2 de julio de 2012

¿Como se conjugan?

          Hace algún tiempo apareció en mi vida una palabra que no estaba muy incorporada en mi vocabulario “La Razón” del verbo Razonar: Discurrir, ordenando ideas en la mente para llegar a una conclusión. En una persona impulsiva es difícil encontrar esta característica, la de poder razonar cada acción pensando premeditadamente las consecuencias que traerá aparejada la misma.
          Desde chicos nos enseñan fervorosamente que lo que nos diferencia de las otras especies es nuestra capacidad para razonar, de ser aptos para tomar decisiones y todo esto funciona perfectamente bien cuando elijo una carrera para estudiar, un empleo, un deporte para practicar y hasta para levantarse o no de la cama; pero hay un momento en el cual el ser mas pensante y racional queda en hake y es cuando en el camino se topa con otra palabra la cual siento mía a flor de piel brotando por todo el cuerpo “Los Sentimientos”. En este punto se terminan las especulaciones, los promedios, los cálculos; de acá en mas todo esta dictaminado (no voy a decir por el corazón, ya que los refutadores me dirían que es un músculo indispensable en nuestro organismo que bombea sangre) por otro lado de la persona, por la capacidad de amar.
          Cuando juego al fútbol administro el aire para poder correr todo el partido, una pelota que indeclinablemente se va por el lateral no merece ser corrida solo para tribunear. Estudiar una materia a rendir el día siguiente y probar suerte de cómo nos va, dejar trabajo en la oficina el viernes a la tarde para hacerlo el lunes a primera hora, nada de esto tiene que ver con el amor. No puedo ir a menos amando, diciendo “te quiero pero hasta acá” o “no me voy a enamorar” eso no se maneja, eso escapa de la razón se escabulle entre los dedos como el agua y va mas allá de nuestras decisiones y dictámenes.
          Soy un hincha del amor, fanático de los sentimientos y fiel seguidor de los enamorados. Llámenme como quieran, romántico, cursi, puto o que vivo en una nube de pedo, nada de eso va cambiar lo que soy y lo que pienso por que la razón y los sentimientos: no se conjugan.

Un Libro Sin Final


Un libro sin final, una historia sin contar
Preludio de soledad, abandono de dignidad
Solo queda el recuerdo de lo que fue
Una esperanza, una ilusión, una quimera…
No existe crueldad más pura que la realidad
El tiempo ya paso, el olvido no existió
Sentir dolor demuestra estar  vivo
Pequeño umbral enorme sentimiento
En otro mundo, otra vida la dicha nos sonría
El sueño debe terminar y una vida continuar
Aunque se desgarre el corazón y
El alma sienta el temblor
No hay desenlace mas odiado
Chau amor, chau adiós.